miércoles, 16 de agosto de 2017

UN VUELO QUE COGER (continuación 3)


Barritas con sabor chocolate. El chocolate es un producto, no un sabor. Esto pensaba Mario, sentado en el suelo, esperando embarcar. Masticaba aburrido su barrita multicereales y cotilleaba los gestos de una niña de cinco años y su padre. Sus padres nunca le llevaron de vacaciones tan lejos como para tener que coger un avión cuando él era pequeño. Se quitó los cascos, le daban calor; pero percibir el bullicio fue casi obsceno para él. Se los volvió a poner. A protegerse. Del ruido. De la vida. Insoportable. Dolorosa. Estúpida como barritas con sabor chocolate sin chocolate propiamente dicho.


¿Qué estaría haciendo ella? ¿Cuánto tiempo tardaría en olvidarle? Y mejor aún: ¿cuánto tiempo tardaría él en olvidarla a ella? ¿Cuánto tiempo? Qué pregunta tan absurda.

UN VUELO QUE COGER (continuación 2)


Raquel se escurrió el pelo en la bañera. Cuatro o cinco gotas cayeron de entre sus manos. Cogió la toalla y se la enrolló en la cabeza, mientras se obligaba a sonreír delante del espejo del baño. Apenas estaba empañado. El agua fría parecía apropiada para estos momentos. Tan fría que dolía. ¡Qué curioso que un dolor pueda desplazar a otro dolor! Una auténtica bendición sufriente. Se miró las uñas y decidió que se las pintaría más adelante en el día. De un color alegre. Su cuerpo desnudo cruzó del baño a la habitación. "No quiero pensar" se dijo firmemente. Se tumbó boca arriba en su cama y disfrutó de la sensación de la sábana bajo su piel.
Se quedó dormida.

martes, 15 de agosto de 2017

UN VUELO QUE COGER (1; Relato corto o no tan corto)



Mario encendió su ipod y pulsó en "música de piano". Ya tenía los cascos puestos. Su realidad se transformó. En frente de él el ajetreo, seguramente habitual, del aeropuerto de su ciudad. Sin embargo, ahora las notas de piano se sucedían suave y elegantemente. Una melodía melancólica pero que proporcionaba calma a este momento.
Y Mario agradeció mucho eso.
"Calma" se dijo así mismo y recogió su mochila del suelo. Empezó a andar entre familias hiperexcitadas por irse de vacaciones a algún lugar exótico, entre ejecutivos robotizados por sus teléfonos móviles por los que hablaban sin parar, entre tantos y tantos anónimos, quizá con historias parecidas a la suya...
No. Nunca serían como la suya. Porque sólo él conoció a Raquel.
Cogió aire, inspiró y espiró . Y se concentró en el piano.